La Nación Cómo fue el histórico cara a cara entre Mirtha Legrand y Yiya Murano: “¿Quién mataba a esas señoras?"
09/09/2025
| 3 visitas
Visitó por última vez el famoso programa de La Chiqui en 2008; le llevó masitas, le pidió que las comiera y negó ser una asesina
La voz inconfundible de la locutora Nelly Trenti expresó con tono y frialdad quirúrgica: “Almuerzan hoy con la señora Mirtha Legrand... Yiya Murano, estuvo presa, acusada de envenenar a sus amigas”. Era una presentación insólita para el tono habitual del programa, que solía recibir a artistas, políticos, eminencias y figuras del espectáculo. Sin embargo, allí estaba ella....María Bernardina de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, más conocida como Yiya, “La envenenadora de Monserrat”, como la habían calificado los medios, la criminal que escandalizó al país con sus masas finas letales, se sentaba a la mesa más famosa de la televisión argentina. Condenada por asesinar a tres personas con cianuro, convertida en mito por la prensa y liberada tras trece años en prisión, llegaba a la televisión otra vez como una figura del pasado que aún generaba fascinación y rechazo. Mirtha le dijo de entrada y después de proponer un brindis por ella y saludar al resto de los invitados (Martina Gusmán, Pablo Trapero, Ricardo Casal, y la modelo Jessica Almada, que había estado presa en España): —Yo creí que no iba a venir— le dijo con ironía Mirtha a Yiya, quien lucía grandes gafas oscuras.—Yo cuando digo que vengo, voy, así sea al infierno, Mirtha. Pero ya te conocía a vos—Es verdad, hace años hicimos tres o cuatro programas. Dígame, ¿usted está en un geriátrico?—Un geriátrico que te digo que no es geriátrico, es como si yo entrara al hotel principal. Tengo una persona que se ocupa nada más que de mí. Pertenece a PAMI, es una residencia. Yo le dije a mi familia: “Quiero descansar un poco, quiero estar tranquila”. Pero no me lleven a un lugar insalubre porque vos decís ‘geriátrico’ y es lo peor que hay.—Sí, sí, bueno, a veces las maltratan mucho.—Aquí no, al contrario, es todo dulzura.—¿Y cuántos años estuvo detenida, estuvo presa?—Estuve detenida diez años.—¿En la cárcel de Ezeiza?—Sí, estuve en un lugar especial. Nunca sentí estar detenida.—¿Estaba acomodada? —Sí, estaba acomodada.—Yo ya le pregunté esto hace años y me dijo: “Me trataban como una reina”. Tenía una chica, no sé, una interna que le hacía todos los quehaceres que puede necesitar una persona que está ahí adentro.—¿Qué pasó con la hija de su marido que le hizo una acusación muy fea últimamente?—Ella dice y me juró por la vida por las cenizas de su madre que nunca me había acusado, pero sí, algo salió publicado.—Dijo que había comido unas pastas, unos tallarines o algo así que estaban envenenados...—¿Pero a vos te parece que voy a ser tan idiota para envenenarlo a mi marido? Te digo la verdad que todo lo que se dijo Mirtha no existió. —¿Y quién mataba a estas señoras?—Te digo por la vida de mi único hijo, jamás maté a nadie, no me interesa si me creen, soy inocente.“Las verdaderas culpables están vivas” Nacida en 1930, en una familia acomodada de clase media porteña, Yiya había estudiado en instituciones prestigiosas, hablaba con corrección y vestía con cuidado. Se casó joven y vivía en el barrio de Monserrat, rodeada de un pequeño círculo de amigas. A todas las presentaba como “hermanas del alma”. Pero detrás del té y los saludos había deudas y préstamos impagos, presiones económicas y una imagen social que se desmoronaba.Entre 1978 y 1979, dos de esas amigas, Nilda Gamba, Lelia Elida Formisano de Ayala, y su prima segunda, Carmen Zulema del Giorgio de Venturini, murieron repentinamente, según la versión de la justicia, tras recibir la visita de Yiya y consumir alimentos que supuestamente ella les había llevado. La autopsia de Zulema reveló cianuro. La policía encontró restos del mismo veneno en el departamento de Murano. La hipótesis fue clara: había matado para evitar que le reclamaran deudas.Yiya fue detenida y desde el primer momento se negó a declarar su culpabilidad. Su caso se volvió un espectáculo. Los medios la apodaron “la envenenadora serial”, y la sociedad quedó dividida entre los que la creían culpable y los que encontraban en ella una figura trágica. Fue condenada en 1985 a 16 años de prisión por homicidio reiterado, agravado por el uso de veneno. Cumplió su condena en Ezeiza y Devoto. Jamás mostró arrepentimiento. Es más: siempre negó ser responsable de las muertes. “Las verdaderas culpables están vivas”, aseguraba, sin aclarar a quiénes se refería.Durante sus años en prisión, tejió, escribió cartas, concedió entrevistas y mantuvo una relación distante y ambigua con su hijo, Martín Murano, de quien se distanció con dureza. Él publicó el libro “Mi madre, Yiya Murano”, donde reconstruyó su infancia, los abusos psicológicos y el desdén de ella incluso cuando estaba en libertad. Martín escribió: “Mi madre mató con elegancia. Y esa frialdad fue lo más espantoso”.Después de recuperar la libertad en 1995, Yiya vivió sola, con discreción, en el barrio de Once. Su fama no se desvaneció. Fue entrevistada por Chiche Gelblung, por Rolando Hanglin y por otros periodistas de la época. Pero fue su paso por lo de Mirtha marcó su última gran aparición pública.Masitas también para MirthaAsí continuó aquel diálogo memorable con Mirtha Legrand en su programa:Mirtha: En Mujeres Asesinas hicieron su vida, ¿le gustó a usted? Yiya: No me gustó. —¿A usted le bajaron la pena ¿no, Yiya? Por el famoso 2 por 1 ¿cómo era? Porque su condena era mayor...—A mí me dieron la libertad condicional.—Yiya, ¿eras prestamista? ¿prestabas plata con tu marido ¿no?—Ah sí, pero mi marido nunca se enteró de nada.—Era el señor Murano ¿no? Vos llevás el apellido de tu marido.—Yo soy Bolla Aponte de Murano. De Chodi y de Vanin, y actualmente de Nadin.—¿Te molesta que te llamen “La envenenadora de Monserrat”?—No me molesta nada. Porque yo sé lo que hice y lo que no hice.—Pero yo leí el libro de tu hijo, era terrible.—Sí, terrible, terrible, y más viniendo de un hijo. Me pidió perdón. —Te casaste tres veces, conquistaste muchos hombres...—Los tres me pidieron de rodillas que me casara con ellos.—¿Por qué estuvo internada siete meses? —Por el aneurisma que tuve.—¿Qué me trajo? ¿Masas me trajo?—Te traje masas con una condición, que las comas delante de mí.—¿Esto fue idea suya o de la producción? Cuénteme.—No puedo decirte Mirtha.—Y usted que quiere que coma una. Este, ¿dónde las compró? —Quiero que me des el gusto de comer una.—¿Dónde las compró? Ustedes son testigos, vos sos “testiga”, como decía una empleada que yo tenía. Yo voy a comer una masita, ahora si mañana no vengo, me ponen un remplazante ¿Quién me podría remplazar chicos? Esto se la voy a sacar porque no me gusta, la cereza se la voy a sacar si me permite... Justo tenía el veneno en la cereza. ¿Y qué decían que le ponía, cianuro?—Decían que eran envenenadas con cianuro. Te imaginás que el cianuro jamás lo conocí.—Mañana salgo en los titulares de Crónica. Bueno, menos mal que lo tomamos con humor, eh. Qué rica estaba, ¿tendrá gusto el cianuro? No creo. Yo le alabo su sentido del humor... Hablar de este tema es muy difícil porque bueno, la justicia la ha acusado de tres muertes... Bueno, mañana si no vengo, toco madera, mirá si por algo el destino hace que yo no venga. Aunque sea arrastrándome voy a estar. Quiero decirles que estaba pensando recién en las familias de las personas que desaparecieron supuestamente debido a la actitud de Yiya Murano ¿no? Que fue condenada por tres muertes. Yo me pongo en lugar de las familias, quiero decirles que no lo tomen a mal, que nos hemos divertido, o lo hemos tomado un poquito a broma porque era muy difícil el tema para tratar. Porque si yo fuera familiar de alguna de las personas desaparecidas creo que me hubiera molestado, así que pido disculpas... Yiya gracias por su sentido del humor increíble, increíble...Aquella emisión se transformó en un fenómeno social. Hubo llamados de televidentes, notas de color, debates éticos. Se cuestionó a Mirtha por darle pantalla y se defendió la decisión como un gesto de valentía periodística. Lo cierto es que Yiya volvió a instalarse, por un rato, en el centro del escenario. “No le tengo miedo a la muerte. Me parece... vulgar”, dijo en un momento. Fue quizás lo más sincero que expresó.Después de esa emisión, su figura se apagó. Sus días transcurrieron entre consultas médicas, lecturas y un círculo de conocidos cada vez más reducido. El 26 de abril de 2014, a los 83 años, murió en un geriátrico del barrio de Belgrano. Fue enterrada en la Chacarita sin ceremonias ni velorio. Su muerte fue silenciosa. Su leyenda no.
También te puede interesar:
qué te pareció esta noticia?
Todavía no hay comentarios. Escriba el suyo.